Situación embarazosa
Sé con seguridad que el veterinario me odia. En esa clínica hay 3 veterinarios: una chica (muy maja ella), un chico regordete simpático, y un chico moreno que siempre está hablando por teléfono. Suelo ir acompañada por (además de algún gato que otro) alguien al veterinario, pero siempre que voy sola me atiende el moreno. Y me odia!
Razones? Tiene varias. La primera, que siempre le hago colgar el teléfono. Además siempre monto un numerito cuando voy a salir de la consulta porque no sé como se abre la puerta, hacia dentro o hacia fuera. Sí, soy torpe.
La última vez (hasta ayer) que fuí casi le mato el gato (tienen un gatito siamés en la consulta). Mientras montaba mi numerito para salir de la consulta, se me cruzó el gato y le dí una patada (sin querer, en serio!!) que casi le saca a la calle. Je. Una es así de elegante. La desencajada cara del veterinario apuntaba hacia mi mientras yo, roja como un tomate y entre estúpidas risitas decía "Uy...perdón.. je... gracias eeh...je".
Ayer tuve que volver, y recé para que me atendiera alguno de los otros dos veterinarios, pero ya se sabe que la Ley de Murphy nunca falla. Allí estaba él, hablando por teléfono. Y allí estaba yo, con dos gatitos recogidos de la calle que más que gatos eran fieras. Por supuesto la montaron en la clínica. Mientras atendía a uno el otro se escapó. Estuvo dando vueltas por la clínica durante un buen rato, para acabar detrás del ordenador... dejando varios regalitos mal olientes.
Me odia. De verdad que sí. No me extraña.
Razones? Tiene varias. La primera, que siempre le hago colgar el teléfono. Además siempre monto un numerito cuando voy a salir de la consulta porque no sé como se abre la puerta, hacia dentro o hacia fuera. Sí, soy torpe.
La última vez (hasta ayer) que fuí casi le mato el gato (tienen un gatito siamés en la consulta). Mientras montaba mi numerito para salir de la consulta, se me cruzó el gato y le dí una patada (sin querer, en serio!!) que casi le saca a la calle. Je. Una es así de elegante. La desencajada cara del veterinario apuntaba hacia mi mientras yo, roja como un tomate y entre estúpidas risitas decía "Uy...perdón.. je... gracias eeh...je".
Ayer tuve que volver, y recé para que me atendiera alguno de los otros dos veterinarios, pero ya se sabe que la Ley de Murphy nunca falla. Allí estaba él, hablando por teléfono. Y allí estaba yo, con dos gatitos recogidos de la calle que más que gatos eran fieras. Por supuesto la montaron en la clínica. Mientras atendía a uno el otro se escapó. Estuvo dando vueltas por la clínica durante un buen rato, para acabar detrás del ordenador... dejando varios regalitos mal olientes.
Me odia. De verdad que sí. No me extraña.
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